Elaine, la bruja del amor: cuando el deseo de ser amada se convierte en hechizo
“Los hombres son como niños, son muy fáciles de complacer siempre que les demos lo que quieren.”
— The Love Witch (2016)Elaine es una mujer rota, compleja, estética, intensa... Una mujer que no solo usa la magia para conseguir amor, sino que vive atrapada en un hechizo más profundo: el de haber aprendido que su valor depende de ser deseada.
Este artículo no solo analiza a Elaine como personaje cinematográfico, sino como símbolo de lo que muchas mujeres (y también hombres) experimentan en silencio: el hambre emocional, el autoabandono disfrazado de seducción y la herida de no saberse suficiente.
El maquillaje como armadura
Desde la primera escena, Elaine irradia feminidad. Su estética es deliberadamente exagerada: pestañas postizas, vestidos vintage, tacones altos, labios rojos. No hay nada casual en su apariencia. Todo es una construcción.
Pero lo interesante es que esa apariencia no está dirigida a sí misma, sino al otro. Elaine no se arregla para sentirse bien, lo hace para ser vista, para ser elegida...
Cada detalle de su imagen es una máscara cuidadosamente elaborada.
Porque, en el fondo, Elaine no cree que sea amada por quien es, cree que debe fabricarse para ser digna de amor.
En terapia, muchas veces descubrimos esto: que aprendimos a “maquillarnos” emocionalmente para gustar, incluso cuando eso significaba dejar de ser auténticas.
El hechizo como estrategia de supervivencia
Elaine lanza conjuros para enamorar a los hombres. Usa velas, cartas del tarot, pócimas, plantas. Pero más allá de lo esotérico, lo que ella hace es una metáfora emocional muy real: intenta controlar el amor.
No desde la maldad, sino desde el miedo.
Cuando alguien ha sido profundamente rechazada, abandonada o invalidada en su infancia o relaciones tempranas, es común que desarrolle estrategias de control para no volver a sentir ese dolor.
Elaine usa su erotismo, su belleza, su dulzura… no como elección libre, sino como defensa.
Y esto nos lleva a una pregunta poderosa:
¿Estás eligiendo cómo amar… o estás haciendo lo que aprendiste para no volver a ser herida?
El origen de la herida
La película insinúa que Elaine fue menospreciada, humillada e incluso maltratada por su exmarido. Pero esa no es su única herida.
Lo más doloroso no es que él la rechazara. Es que ella lo interiorizó.
Cree que fue culpa suya. Que no fue suficientemente buena. Que falló como mujer.
Y a partir de ahí nace su compulsión por complacer, por ser perfecta, por encarnar el ideal femenino que (supone) la hará irremplazable.
Este tipo de heridas no son raras. Muchas mujeres han sido educadas en la idea de que deben gustar.
Que deben ser suaves, bonitas, obedientes, sacrificadas.
Que si un hombre no se queda, es porque ellas no dieron suficiente.
Elaine nos muestra qué ocurre cuando esa idea se lleva al extremo.
Y aunque ella usa brujería, muchas otras usan otras formas:
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Vivir con ansiedad por mensajes no respondidos
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Sentirse culpables por poner límites
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Perder el deseo propio por priorizar el ajena
El espejo incómodo
La gran provocación de The Love Witch no es su estética psicodélica ni su mezcla de terror y sátira.
Es que nos pone un espejo delante.
Y nos dice, sin decirlo:
¿Cuánto de lo que haces por amor es realmente amor?
¿Y cuánto es miedo?
Elaine parece tener el control, pero sus hechizos se le escapan. Los hombres que la aman acaban destruidos, agotados, asfixiados... Porque lo que Elaine llama “amor” no es un vínculo real.
Es una necesidad proyectada, un grito desesperado envuelto en perfume.
Elaine no quiere ver a los otros. Solo quiere que la vean.
Y muchas veces, sin querer, nosotras también.
La sombra de la Amante
Desde un enfoque arquetípico, Elaine representa a la Amante herida: la que vive obsesionada con ser deseada, validada, adorada… pero que se consume en el proceso.
La Amante sana celebra su cuerpo, su sensualidad, su conexión...
La herida, en cambio, depende del deseo del otro para existir. Sin ese reflejo, siente que se desvanece.
Elaine no sabe estar sola. Y no porque no pueda, sino porque nunca aprendió a mirarse con ternura sin un espejo externo.
La brujería emocional
Una de las ideas más potentes de la película es que Elaine no es consciente de su propia hechicería.
Cree que está en control, pero es su herida quien decide y eso también pasa en la vida real.
Cuando nos volvemos “brujas emocionales”, no por maldad sino por desesperación:
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Adivinamos lo que el otro quiere antes de que lo diga
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Nos volvemos irresistibles para no ser dejadas
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Hacemos del sexo una forma de asegurar el afecto
Todo esto es comprensible, pero también es agotador. Y sobre todo, no es amor.
El conjuro que sí funciona
Elaine no necesita menos amor.
Necesita otro tipo de amor:
el que no pide que se transforme para ser digna
el que no exige maquillaje emocional
el que nace cuando ella misma se atreve a ver su herida sin disfrazarla
En la última escena de la película, Elaine se queda sola, delirante, con una lágrima que parece mezcla de placer, locura y vacío.
Ha hecho todo para ser amada y, sin embargo… está más sola que nunca.
Porque la única que no la ha amado, en toda la historia, es ella misma.
¿Qué hechizos estás usando tú?
Quizá no uses cartas ni pociones, pero…
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¿Cambias tu personalidad para gustar?
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¿Callas tu rabia por miedo a no ser amada?
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¿Das demasiado esperando que alguien te elija?
Porque la verdadera alquimia no está en convertir plomo en oro… sino en transformar tu herida en consciencia.
Y desde ahí, amar sin hechizos.
Amar con libertad.
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